Los sacramentos son signos sensibles (palabras y acciones), accesibles a nuestra humanidad, a través de los cuales Cristo actúa y nos comunica su gracia.
Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina. Los ritos visibles bajo los cuales los sacramentos son celebrados significan y realizan las gracias propias de cada sacramento.
En la Iglesia hay siete sacramentos:
1. Bautismo
El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1213
2. Confirmación
La confirmación es uno de los sacramentos de la Iglesia. Junto con el Bautismo y la Eucaristía constituye el conjunto de “los sacramentos de la iniciación cristiana”, es decir, sacramentos cuya recepción es necesaria para la plenitud de la gracia que recibimos en el Bautismo.
La confirmación une más íntimamente a la Iglesia y enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo, y con ello quienes la reciben quedan obligados a difundir y defender la fe a través de la palabra y las obras, como verdaderos testigos de Cristo.
Constitución Lumen Gentium, 11; Catecismo de la Iglesia Católica, 1285
3. Eucaristía
Jesús, antes de su Pasión y Muerte, al celebrar con los sus apóstoles la Pascua, les dijo: “Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios” […] Y tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: “Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío”. De igual modo, después de cenar, tomó el cáliz, diciendo: “Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que va a ser derramada por vosotros”. Son varios los relatos evangélicos que recogen esta verdad central de nuestra fe: San Lucas 22,7-20; San Mateo 26,17-29; San Marcos 14,12-25; 1 y San Pablo en la epístola a los Corintios 11,23-26).
Cada vez que el sacerdote en la Santa Misa reza las palabras de la Consagración, se realiza el milagro de la Eucaristía; lo que antes era pan y vino ahora, bajo esa apariencia, está en Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Como enseña el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, “Jesucristo está presente en la Eucaristía de modo único e incomparable. Está presente, en efecto, de modo verdadero, real y sustancial: con su Cuerpo y con su Sangre, con su alma y su divinidad. Cristo, todo entero, Dios y hombre, está presente en ella de manera sacramental, es decir, bajo las especies eucarísticas del pan y del vino” (n. 282).
4. Reconciliación
El Sacramento de la Confesión también se llama Sacramento de la Penitencia y la Reconciliación. Usamos estos nombres para describir los diferentes aspectos de este sacramento porque no solo implica confesar nuestros pecados y recibir el perdón.
Se llama el Sacramento de la Penitencia para describir la restauración de nuestros corazones a través de la expresión de nuestro dolor y la cooperación en nuestra curación. La Penitencia tiene dos aspectos; interior y exterior.
5. Unción de los enfermos
«¡Sanad a los enfermos!» (Mt 10,8). La Iglesia ha recibido esta tarea del Señor e intenta realizarla tanto mediante los cuidados médicos y asistenciales que proporciona a los enfermos, como por la oración de intercesión con la que los acompaña.
Santiago apóstol, en una carta que se recoge en las Sagradas Escrituras escribe: «¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados» (St 5,14-15).
La Tradición ha reconocido en este rito uno de los siete sacramentos de la Iglesia: la unción de los enfermos.
6. Orden Sacerdotal
El Orden es el sacramento por el que algunos de entre los fieles quedan constituidos ministros sagrados, al ser marcados con un carácter indeleble, y así son consagrados y destinados a apacentar el pueblo de Dios según el grado de cada uno, desempeñando en la persona de Cristo Cabeza las funciones de enseñar, santificar y regir.
7. Matrimonio
La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de la mano del Creador. El matrimonio, a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales existe en todas las culturas un cierto sentido de la grandeza de la unión matrimonial. Aunque la dignidad de esta institución no se trasluzca siempre con la misma claridad.
Dios que ha creado al hombre por amor, lo ha llamado también al amor, vocación fundamental e innata de todo ser humano. Como dice el Génesis, el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, que es Amor. Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los ojos del Creador.
La Sagrada Escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro: En el Génesis queda recogido que “No es bueno que el hombre esté solo”. La mujer, “carne de su carne”, su igual, la criatura más semejante al hombre mismo, le es dada por Dios. “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne”. Esta unión indefectible es explicada por el Señor mismo cuando recuerda cuál fue “en el principio”, el plan del Creador: “De manera que ya no son dos sino una sola carne”, tal y como recoge el evangelio de san Mateo. Catecismo de la Iglesia Católica, 1603-1605